En las márgenes de la urbe y el campo, entre los caminos polvorientos del municipio de Camargo en el estado de Chihuahua, florece una esperanza para niñas y niños indígenas. Desde el 16 de septiembre de 2021 un pequeño pero significativo proyecto educativo, ha abierto brecha con la creación de un centro de educación inicial y preescolar, que más allá de ser un servicio educativo, representa un acto de resistencia y amor.

“Los retos han sido muchos, principalmente que es un pueblo y una cultura diferente a la mestiza, entender el contexto y la diversidad es complejo. Son niñas y niños migrantes, a veces monolingües, en extrema pobreza y expuestos a delitos del trabajo infantil porque su papá y mamá no encuentran estancias que puedan cuidarles o que puedan pagar”

El centro trabajó inicialmente bajo la tutela de los Servicios Educativos del Estado de Chihuahua (SEECH), sin embargo, desde marzo de 2025 se continuó de manera particular con el Centro de Atención Integral Indígena (CAII); según comentó en entrevista para este medio la Directora Ilsel Loera.

¿A quiénes se atiende?

La mayoría de las niñas y los niños que se atienden son descendientes de personas y familias jornaleras que migran de manera temporal o permanente en busca de sustento. El CAII opera con un horario extendido de 5:00 a.m. a 8:00 p.m. con el objetivo de cubrir los horarios de trabajo, de sus seres cercanos.

El CAII acepta infancias desde los 42 días de nacimiento hasta los 12 años de edad. Se brinda educación inicial, preescolar y primaria y, se tiene registrado que provienen principalmente de comunidades pertenecientes a Guachochi, Balleza y, Guadalupe y Calvo.

El propósito va más allá de la enseñanza académica, se brinda un espacio digno, así como servicios de cuidado, nutrición, higiene, seguimiento a su cartilla de vacunación y servicio de transporte.

“Una de las cosas importantes es que apoyamos es el derecho a la identidad de niñas y niños porque muchas veces no cuentan acta de nacimiento y nos encargamos de tramitarlo”

Un proyecto con rostro indígena

En este espacio conviven niñas y niños rarámuris, sin embargo, también hay infancias identificadas como mixtecas, triquis, zapotecas, nahuas y de otros pueblos indígenas. Como se ha hecho hincapié, en ocasiones hablan únicamente su idioma materno, viven en extrema pobreza y sin documentación oficial que acredite su existencia legal, lo cual puede desencadenar ciertas dificultades.

“Los retos han sido muchos, hay barreras de aprendizaje y barreras lingüísticas. Aunque tenemos docentes rarámuris, siempre se requiere de alguien que hable el idioma y muy pocas veces las personas preparadas para ejercer la docencia o tareas de cuidado son hablantes indígenas. También están las cuestiones administrativas, personas que se tienen que poner de acuerdo”

Por lo anterior, uno de los pilares fundamentales de este centro ha sido la gestión activa de recursos para poder ofrecer alimentación completa (cinco tiempos de comida diarios), educación, transporte, atención a la salud y apoyo con trámites legales como el registro de nacimiento, elemento clave para garantizar el derecho a la identidad de cada niña y niño.

Más que una escuela, un semillero de derechos

El sueño que motiva al equipo de trabajo del CAII, actualmente compuesto por cinco mujeres que laboran como niñeras, docentes, cocineras e intendentes, es consolidar un espacio formal, con becas, infraestructura digna y datos estadísticos que respalden políticas públicas efectivas para mejorar las condiciones de vida de niñas y niños indígenas.

La meta es ambiciosa pero urgente: que cada infante indígena tenga garantizado su derecho a crecer con dignidad. En Camargo, donde la diversidad florece en silencio, este proyecto nos recuerda que un futuro justo empieza por mirar a los ojos de todas las infancias.