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Hacia una cultura de paz. El Racismo en México

Ilustración: Bárbara Castrejón. DGDC-UNAM

La semana pasada mientras atendía una reunión, le pregunté a una mujer blanca de ojos verdes, si creía que su color de piel le daba ventajas en el trato hacia ella, en comparación con gente de piel morena. Contestó que evidentemente en México, el color de piel sí importaba para conseguir mejores oportunidades y crecer. Luego supe de otra mujer que tiempo atrás, había obtenido un puesto ejecutivo en un banco y mientras se instalaba en el puesto, le dijeron que la habían contratado por bonita y por sus ojos verdes, para dar una mejor imagen institucional.

Hace años laboré en el Consulado General de México en Montreal y al convivir con el staff, me asombró percatarme que sus características físicas eran algo más cercano a un europeo, que a un mexicano. Pareciera que el requisito para entrar era ser blanco y preferentemente con ojos de color. Quizá era pura coincidencia que las personas fuesen así y mi percepción y especulaciones estuvieran erróneas. En otra ocasión, al salir del súper al lado de una amiga proveniente de la Ciudad de México, el guardia la detuvo en la puerta para revisar su mercancía. Parecía obvio que la había discriminado por su apariencia. No lo se, pero lo que sí es cierto, es que en México existe un gran problema de discriminación por el color de piel, apariencia física y étnica. Hay quienes lo niegan y piensan que vivimos en una sociedad homogénea de mestizaje, como dijo el analista Pablo Majluf en “Es la Hora de Opinar” a cargo de Leo Zuckermann, que quizá no perciba que hay discriminación por el color de piel, porque su tez es blanca y no se ha visto atacado por ello.

Un estudio basado en el “privilegio blanco” indica que el color de piel sí importa en términos de oportunidades para las personas y resultados de vida. Se realizó un experimento con currículums con fotografías de personas de tez blanca y morena y estas primeras fueron las más llamadas. También existe el racismo a la inversa, el de las personas morenas hacia los “blancos” y también llega a ser devastador.

Mucho se ha dicho al respecto, sin embargo, si se sigue escribiendo sobre lo mismo, es que algo no ha funcionado en políticas, medidas y educación para contrarrestar esta realidad. Vivimos en un juego imparable de discriminar y ser discriminado. Se debe poner el tema del racismo sobre la mesa con seriedad, aceptar que sí existe y cambiar esta dolorosa realidad que nos divide y fomenta el odio. La pregunta es ¿Quién debe hacerlo? para que no parezca que se habla del tema desde el privilegio, ¿quién podría tener autoridad en el tema sin caer en provocaciones? El gobierno pudiera empezar por renunciar a los términos “chairos” y “fifís” para empezar.

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